Múltiples trabas dificultan el camino hacia el cambio en la escuela. Para identificarlas y poder analizarlas es necesario sumergirse en el funcionamiento de los centros educativos.
La actitud de cambio en el profesorado implica un tiempo y una dedicación muy superiores a la habitual; un sobreesfuerzo que no muchos de ellos están dispuestos a asumir. A esto hemos de sumarle el aislamiento al que se encuentran sometidos muchos de estos docentes por parte de sus compañeros y el no sentir apoyo alguno por parte de un centro que les niega cualquier tipo de autonomía y que les somete a un estricto control organizativo.
Es necesario que el docente sienta y contagie una necesidad real de cambio en el contexto educativo, para que consiguiendo el apoyo y la colaboración de sus colegas y el de la directiva del centro, se le ofrezca apoyo, supervisión y posibilidades de formación, siempre teniendo en cuenta que la asunción de riesgos y la paciencia son dos aliadas muy importantes en todo proceso de cambio.
Un ejemplo de un cambio reciente en la educación, es aquel al que nos enfrentamos con la llamada escuela 2.0. La integración de las TIC en la educación, está suponiendo un gran cambio organizativo, pero no por ello podemos hablar de innovación. El simple hecho de introducir las TIC en el aula, no implica de por sí cambios profundos y eficaces dentro de la escuela si no va acompañado de un cambio de raíz en la práctica metodológica del docente que permita poner a las nuevas tecnologías al servicio del aprendizaje y de la adquisición de conocimiento. La escasa y precaria formación del profesorado en relación a este aspecto, propicia que el cambio no llegue a completarse y se quede a medio camino. Se va consiguiendo implantar las nuevas tecnologías, pero bajo una metodología de corte meramente transmisivo y unidireccional, que deja al escenario educativo en las mismas condiciones en las que se encontraba antes de su integración.
Podemos concluir que la escuela 2.0 podría ser una buena oportunidad para el cambio educativo, siempre y cuando se comprometan con ello todos los miembros de la comunidad escolar, se oriente a las necesidades reales del contexto y se forme de manera adecuada al profesorado.
María Arribas, Sara Canal, Inés López y Flavio Pérez
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